Datos recogidos desde 2010 y estudiados por su equipo muestran que “incluso en la Antártida o la meseta tibetana, los niveles en el agua de lluvia están por encima de las pautas de agua potable que propuso la EPA (Agencia de Protección Ambiental) de Estados Unidos”, señaló Cousins.
Normalmente consideradas prístinas, estas dos regiones contienen niveles de PFAS “14 veces más altos” que las nuevas pautas de agua potable de Estados Unidos.
Recientemente, la EPA redujo de forma significativa los niveles recomendados de PFAS tras descubrir que las sustancias químicas pueden afectar la respuesta inmunitaria de los niños a las vacunas, explicó Cousins.
Según algunos estudios, la exposición también puede provocar problemas de fertilidad, retrasos en el desarrollo de los niños o aumento del riesgo de obesidad, del colesterol o de ciertos tipos de cáncer.
El investigador aclaró, no obstante, que los niveles de PFAS en las personas han disminuido “bastante en los últimos 20 años”. “Lo que ha cambiado son las pautas. Han bajado millones de veces desde principios de los 2000, porque hemos aprendido más sobre la toxicidad de estas sustancias”.
En cualquier caso, las PFAS son ahora “tan persistentes” y omnipresentes que nunca desaparecerán del planeta. “Vamos a tener que vivir con ello”, afirmó.
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Nicolás E. Grullón
Comunicador