«Fue un ataque a los miembros de las congregaciones del Árbol de la Vida, Nueva Luz y Dor Hadash, a la comunidad judía estadounidense y a nuestro país. Y fue un recordatorio de que el odio nunca desaparece, sólo se esconde; y si le damos oxígeno al odio, puede consumirse», ha considerado el presidente en un comunicado emitido este miércoles.
En el escrito, sin embargo, ha resaltado «el carácter inquebrantable de la comunidad: los primeros que intervinieron se apresuraron a ayudar. Los adolescentes que organizaron una vigilia de Havdalah para un barrio que lo necesitaba. El profesor de arte que pintó corazones y estrellas de David en los escaparates de una cafetería local. El diseñador que creó una imagen icónica que definió una ciudad e inspiró a una nación con simples palabras: más fuerte que el odio».
Ese día «y los que le siguieron» mostraron la necesidad de «levantarse y hablar en contra del antisemitismo «con claridad y convicción», y que «el silencio es complicidad», algo que se ha convertido en labor principal de la Administración, por lo que se ha establecido «la primera estrategia integral para hacer frente al terrorismo doméstico».
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