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El dolor emocional puede causar dolor físico o modificar su curso, de modo que la tensión muscular en el cuello puede tener su origen en una situación de ansiedad mientras que las molestias en la zona dorsal de la espalda pueden ser consecuencia de una depresión, de ahí que sea mucho más efectivo un abordaje global de este tipo de patologías que tenga en cuenta tanto los aspectos físicos como los mentales y sociales.

De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define la salud como el estado completo de bienestar físico, mental y social por lo que desde un modelo biopsicosocial para lograr un estado completo de salud es necesario tener en cuenta tanto los aspectos psicológicos o emocionales, como los biológicos y los físicos.

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La ansiedad es un problema muy frecuente del que nadie está totalmente a salvo. En palabras de Jaime del Corral, psiquiatra de la Clínica Nuestra Señora de la Paz, de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios, es “democrática y cualquier persona cuya personalidad entre en conflicto con el mundo en el que vive está expuesta a padecerla”.

Identificar los condicionantes sociales y vitales y los rasgos de personalidad que predisponen a sufrir este trastorno es el punto de partida para evitar su aparición o, al menos, poder tratarlo de forma precoz.

La primera pregunta que surge es si la ansiedad tiene un componente genético que lleve a que los portadores de determinadas mutaciones o variantes tengan una mayor predisposición.

Montse Pascual, psicóloga y terapeuta de Ita Urgell, confirma la existencia de un factor hereditario, pero aclara que lo que se hereda es “la predisposición a tener ansiedad, no los trastornos en sí, ya que para la génesis de un trastorno de ansiedad influyen sobre todo los factores ambientales y educacionales”.
Factores socioeconómicos y ansiedad

Del Corral aporta los datos más recientes sobre enfermedad mental en general y ansiedad en particular: “Aproximadamente el 6,4% de la población ha acudido a un profesional de salud mental con algún tipo de síntoma y el 43% de ellos han consultado por ansiedad”.

El psiquiatra señala que el primer condicionante es el nivel socioeconómico y las condiciones de vida. “La gente con niveles socioeconómicos bajos tiene mayores índices de ansiedad y peor pronóstico”, precisa.

Influencia del sexo y la edad

El siguiente factor que se asocia en mayor medida a la aparición de trastornos de ansiedad es ser mujer. Se suele afirmar que afecta al doble de mujeres que de hombres. Sin embargo, los expertos aclaran que, probablemente, la diferencia entre sexos no es tan amplia y lo que sucede es que ellas tienden a acudir a la consulta del profesional de salud mental con mayor asiduidad que ellos, tal y como ocurre, en general, con el resto de problemas de salud. “Es posible que muchos hombres con ansiedad la vehiculen de otras maneras”, indica del Corral.

En lo que se refiere a la influencia de la edad, Pascual resalta que los trastornos de ansiedad “suelen debutar al principio de la etapa adulta, que es cuando se empieza a tener más responsabilidades”. Según relata, “una persona con tendencia a la preocupación o al miedo y a pensar de una manera más negativa siente angustia ante las responsabilidades de la vida cotidiana, que van aumentando con los años”.

También se dan muchos casos de ansiedad en la adolescencia, “ya que es una etapa bastante crítica en el desarrollo de cualquier ser humano en el plano identitario y emocional, y también se empiezan a adquirir responsabilidades, aparte de los posibles problemas que pueda tener cada adolescente en casa o en el colegio”, afirma la psicóloga.

Del Corral agrega que, en estos momentos, debido primero al confinamiento por la pandemia de Covid-19 y posteriormente a las restricciones, la población joven es la que más ansiedad presenta. “De hecho, más o menos un tercio de las personas adultas reporta niveles de angustia, pero el porcentaje llega casi al 50% en la población más joven”.

Otros factores de riesgo importantes son la discapacidad y los problemas de salud mental previos, que elevan la probabilidad de padecer ansiedad ante cualquier contingencia personal o social.

Personalidades más proclives a la ansiedad

Los expertos en salud mental revelan los tipos de personalidad con una mayor tendencia a la ansiedad:

Personalidades más dependientes o evitativas, que suelen caracterizarse por la inseguridad, la baja autoestima, el miedo al fracaso...

Los individuos con una alta autoexigencia y una baja tolerancia a la frustración.

Personas que viven pensando casi exclusivamente en el futuro y lo anticipan de manera pesimista o, incluso, catastrofista.

Sujetos excesivamente controladores, que intentan adelantarse a cualquier problema y planificar todo. “Llegan a acumular una gran tensión mental anticipatoria que les lleva a padecer trastornos de ansiedad”, señala el facultativo de la Clínica Nuestra Señora de la Paz.
Experiencias traumáticas y cambios vitales

Las experiencias traumáticas también pueden jugar un papel relevante. Según expone Pascual, “dejan una herida emocional profunda, que puede volver en forma de trastorno por estrés postraumático (que es un trastorno de ansiedad), o pueden dejar ciertas creencias en quién lo ha sufrido, sintiendo la necesidad de protegerse del mundo o viviendo con miedo y ansiedad”.
Determinadas experiencias vitales que suponen grandes cambios y generan malestar, aunque no lleguen a ser traumáticas, pueden causar lo que se conoce como trastorno adaptativo, que se acompaña de síntomas de ansiedad y anímicos. Puede ser la muerte de un ser querido, el diagnóstico de una enfermedad, la pérdida del trabajo o un cambio de país.
En esta misma línea, Pascual apunta que el estrés es otro factor de riesgo importante. “Cuanto más estrés, más fácil es que una persona con predisposición a la ansiedad la desarrolle”, asegura, y agrega que el estrés “es eso que sentimos cuando la demanda del entorno es superior a nuestros recursos”, mientras que la ansiedad surge cuando interpretamos que no llegar a cumplir esas expectativas “es algo muy grave”.
Consejos para prevenir la ansiedad
Hay diversas acciones y actitudes relacionadas con el estilo de vida que pueden contribuir a prevenir la ansiedad. Estas son las más importantes para los expertos consultados por CuídatePlus:
Cultivar las relaciones sociales; cuantas más, mejor.

Tener una buena red de apoyo.

Técnicas como el mindfulness, aprender a manejar las emociones, bajar el nivel de estrés, saber relajarse...

Practicar ejercicio físico de forma regular.

Interesarse por el arte, tener alguna pasión, dedicar tiempo a ocupaciones que proporcionan bienestar y satisfacción…
Actuar desde la infancia

La acción contra la ansiedad debe comenzar en la infancia porque, según Pascual, “es cuando aprendemos a gestionar el malestar y también aprendemos a definirnos a nosotros mismos y a crear lo que será nuestro sistema de creencias”. Además, si un niño ha sufrido acoso escolar (bullying) u otras experiencias traumáticas a edades tempranas, “eso queda en forma de huella emocional y hay que trabajarlo a nivel psicoterapéutico lo antes posible”.

Otro condicionante que hay que tener en cuenta es, tal y como reseña la psicóloga, “el ambiente tan competitivo y autoexigente que nos rodea, así como las altas expectativas creadas por las redes sociales, películas, series y, en general, el acceso a la información que tenemos hoy en día”. Este conjunto de elementos “hace que sintamos que nunca es suficiente y esa necesidad por vivirlo todo, ya que de lo contrario se vive como un fracaso personal, puede generar mucha angustia y malestar emocional”.

 

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Nj productora

Un nuevo estudio de la Universidad de Calgary, en Canadá, publicado en la revista médica 'JAMA Pediatrics', un porcentaje alarmante de niños y adolescentes está sufriendo una crisis mental a nivel mundial debido a la pandemia de COVID-19.

El estudio es un metaanálisis que reúne datos de 29 estudios distintos de todo el mundo, en los que participaron 80.879 jóvenes de todo el planeta. Los nuevos resultados muestran que los síntomas de depresión y ansiedad se han duplicado en niños y adolescentes en comparación con la época anterior a la pandemia.

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