En esos escasos minutos en los que él está entrenando, Ellen muere bajo una lluvia filosa de navajazos.
Veinte veces se hunde el cuchillo en su cuerpo: diez son las heridas que van a la parte trasera de su cabeza; otras diez, se reparten entre su pecho, su estómago y otros lugares de su abdomen.
Cuando su novio Sam Goldberg vuelve al sexto piso, entre las 17.15 y 17.30, no puede entrar al departamento. La puerta está cerrada por dentro con el pasador de metal y ella no le responde.
Le grita que le abra. La llama por teléfono varias veces. Enojado, le manda mensajes, uno tras otro. Media hora después, al no conseguir respuesta, baja a buscar al guardia de seguridad del edificio, Phil Hanton. El hombre se niega a forzar la puerta, esgrime que no puede hacerlo por políticas de la empresa. Es Sam, entonces, quien la abre con una patada.
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Nicolás E. Grullón
Comunicador