Los médicos suelen atribuir la rápida pérdida de energía de los pacientes a las consecuencias orgánicas de la infección, perdiendo de vista la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo que pueden estar enmascarados por la enfermedad infecciosa.
Este enfoque puede dar lugar a un curso prolongado de astenia durante la recuperación de la enfermedad, a pesar de los parámetros fisiológicos favorables. Los resultados también mostraron que el aumento de la ansiedad y la depresión repercuten en la calidad del sueño.
"Aunque la relación entre el estado de ánimo y los trastornos del sueño es intuitiva, es importante examinarlos cuidadosamente y por separado, especialmente en los pacientes tras la infección por COVID. Curiosamente, este aspecto suele pasarse por alto en el examen clínico de los pacientes con COVID-19. Sus problemas de sueño se atribuyen más a menudo a alteraciones fisiológicas, como las consecuencias de una estancia en cuidados intensivos y los efectos de una falta de movimiento prolongada, pero no a trastornos del estado de ánimo. Nuestros datos subrayan una vez más que, cuando los pacientes se quejan de problemas de sueño, es necesario examinar su estado mental tanto durante su enfermedad como una vez finalizada la cuarentena", explica una de las responsables de la investigación, Ainur Ragimova.
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